Carolina Dell´Oro

Enero 2013: mirar para confiar

Por: Carolina Dell´Oro | Publicado: Viernes 11 de enero de 2013 a las 05:00 hrs.
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Hace unos días, leí una columna de Mariana Grunefeld que me parece muy apropiada para reflexionar en el cambio de año. Mariana hablaba de la importancia de volver a ver y a vernos; de cómo poco a poco hemos crecido en nuestro poder adquisitivo, el acceso a la tecnología, pero hemos ido decreciendo en la capacidad de encuentro y contactos personales.

Eso me hizo recordar que por segundo año hemos recibido los resultados del Barómetro de la Felicidad realizado por el Instituto de la Felicidad de Coca-Cola, a través del Instituto de Sociología de la UC. En este estudio se midieron cuatro dimensiones: salud, bienestar económico y trabajo, satisfacción con la vida y vínculos y confianza. Esta última dimensión se refiere a un tema que desde hace tiempo me viene dando vueltas.

La dimensión de vínculos y confianza nos da una buena noticia, porque muestra que aquellas personas que logran desarrollar vínculos estables con la familia, su pareja, los amigos, son significativamente más felices. Noticia que me alegra, porque significa que en Chile aún se valoran fuertemente estos lazos afectivos.

Pero sí quedé con un gran dolor, ya que cuando se le pregunta a las personas si tienen alguien en quién confiar, pedir ayuda o consejo sólo el 51% postula siempre tener alguien en quién confiar, el 32% dice que a veces y el resto, casi nunca o nunca. Pero más aún cuando hay una emergencia económica, de salud o situación catastrófica ese 51% disminuye a 46%. Es una situación dolorosa que más de la mitad del país sienta que no tiene en quién confiar y más aún cuando ahondamos según nivel socio-económico nos encontramos con diferencias abismantes entre el ABC1 y el DE. Mientras el ABC1 declara el 69% que siempre tiene alguien en quien confiar, en el estrato DE sólo el 45% lo declara así. Cuando se tiene una emergencia económica, el 59% del estrato ABC1 tiene a quién recurrir, en cambio en el segmento DE baja al 37%.

Cuando se le pregunta en quién confía, el 83% confía en la familia, el 56% en los amigos, pero en el lugar de trabajo y los vecinos, sólo el 16%. Para qué decir cuando hablamos de otra religión, otra nacionalidad, otros barrios, otra clase social, donde los niveles de confianza no superan el 10%.

Ver estos resultados, me genera dolor. Por un lado, ver cómo la confianza ha ido disminuyendo en este país, sabiendo que es sin duda el lubricante que necesitan las sociedades para fluir en sus relaciones. La condición necesaria para un desarrollo sustentable, el hábitat humano por excelencia, donde cada persona descubre quién es y qué sentido tiene su existencia.

Podríamos caer en la tentación de comenzar a buscar razones, las que son muchas y de muy variada índole. Yo quisiera en este inicio de año plantear caminos. Y hay un camino que es infalible para generar mayor confianza: el mirarnos, conocernos y valorarnos. Por eso me ha parecido tan apropiada esta columna donde Mariana nos invita a ese acto básico de volver a mirarnos y vincularnos más allá de nuestra familia y amigos.

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